La Parábola de los Talentos
LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS
El siervo que recibió los 5 talentos invirtió todo lo recibido y obtuvo 5 talentos más.
El segundo siervo que recibió dos talentos, hizo lo mismo que el anterior siervo, invirtió y obtuvo 2 talentos más de lo recibido.
El tercer siervo que recibió un talento, no tuvo mejor idea que solo esconder el único talento que recibió.
Al retornar el hombre rico de su viaje, se alegro mucho al ver que sus siervos habían duplicado sus talentos y los felicito y les dijo:
-¡Muy bien! Por haber hecho lo correcto y por su fidelidad les daré mucho más. Pero . . . al siervo que le dió un talento le pregunto:
-¿Que hiciste con el talento que te di?
-Bueno, yo lo escondí para que estuviera más seguro.
El Señor le dijo: Al menos hubieras invertido lo que te dí y hubieras sido más productivo no?
Entonces el Señor le quito el talento y se lo entrego a quien tenía 10 talentos.
Esta ilustración nos hace meditar que Dios a todos nos ha dado dones, a unos más y quizá a otros menos pero igualmente importantes. Espera que todos desarrollemos lo que el nos dio de manera sabia y responsable porque es con ese fin que nos lo entrego.
Los talentos no sólo representan las pertenencias materiales. Los talentos son también las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno.
Vamos a reflexionar sobre las dos enseñanzas. La primera alude al que recibió cinco monedas y a su compañero, que negoció con dos. Cada uno debe producir al máximo según lo que ha recibido de su señor. Por eso, en la parábola se felicita al que ha ganado dos talentos, porque ha obtenido unos frutos en proporción a lo que tenía.
Igualmente se aplica a nosotros, según las posibilidades reales de cada individuo. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad...
Pero puede darse el caso del tercer siervo del evangelio: no produjo nada con su talento. A Cristo le duele enormemente esa actitud. Se encuentra ante alguien llamado a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y resulta que no ha hecho nada. Eso es un pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una manifestación de pereza, dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha regalado el talento.
Analiza tu jornada. ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué cualidades han dado su fruto? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías?
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